Esta fan-fic está escrita por Mangaka. Todos los personajes menos "Xena", "Gabrielle", "Joxer" y "Meleaguer el Poderoso", que pertenecen a Universal Pictures/MCA TV y Renaissence Pictures, están inventados por su autor y no tiene que ver con la realidad. ©1999

                      

PARTE 1

Cuando me desperté alertada por los ronquidos de mi compañera de camarote Obdormio, me sentí fresca y relajada, como si hubiese dormido cien largos años. A través de la diminuta ventana del vestíbulo del barco puede ver que estaba amaneciendo. Salí a cubierta, y entonces lo ví. La ví, en medio del Océano Occidental, majestuosa y animada, el aspecto verde de su fauna le daba un toque jovial de sotisficación. La maravillosa isla de Ogigia, situada en el Mar Mediterráneo.

Hacía calor. Nos aproximamos a una especie de fondadero natural en el que estaba atracada una nave semejante a la que tripulábamos. Llegados a nuestro destino, desembarcamos fácilmente, sin ninguna complicación.

Al poner los pies en el suelo y oler el puro y fresco aire, tuve la sensación de que nunca salí de mi maravillosa Citera.

De repente, cuando aún estaba aspirando el suave viento, salieron del bosque unos extraños hombres que tenían pinta de borrachos. Tenían barba y los ojos hinchados, les costaba andar, uno de ellos necesitaba la ayuda de una caña de bambú para poder sostenerse en pie. Se acercaron a nosotros.

Cuando estaban apenas a unas zancadas de nosotras, el más grande sacó una daga.

 

-- Si detrás de esto hay un propósito criminal, vamos bien -- dije sonriendo. Obdormio y Tormina rieron a carcajadas. ¿Qué iban a hacer dos individuos los cúales no debían tener, ni por asomo, algún atisbo de inteligencia, a un grupo de diosas en una isla de diosas?.

Uno de ellos cayó al suelo. Por un momento quedó imperturbable. Después, fue adquiriendo clara consciencia. Su amigo le cogió por los brazos y lo alzó, y después se dirigió a mí aún sujetándole y arrastrándole por la tierra.

 

-- ¿Quiénes sois vosotras, chicas? -- dijo con descorcentante pronunciación, señalándonos.

 

-- ¿Nosotras? -- me giré hacia las chicas poniendo cara de genialidad. -- Nosotras somo diosas. ¿Es que no se nota?.

 

-- ¿Y entonces por qué parecéis unas amazonas de bar? -- replicó el amigo medio inconsciente, con los ojos entrecerrados.

Cuando me dispuse a contraatacar verbalmente, Ultoris emergió súbitamente para contestarle de una manera sanguinaria. Ultoris se abalanzó contra el amigo medio inconsciente y con su afilada espada de metal le rebanó la cabeza ante la atónita mirada de su compañero, que podía observar las venas y la cantidad injuriosa de sangre que brotaba de aquél cuello cortado, sin cabeza. Entonces vomitó. Soltó inmediatamente al cadáver, y se quedó de pie, inmóvil, sin hacer el menor ruido. Parecía intentar resolver lo que había presenciado. De pronto, como si hubiese captado alguna imperceptible vibración, el individuo empezó a temblar y a mirarnos nerviosamente.

 

-- No hacía falta la violencia en esta ocasión, Ultoris. -- manifesté. -- Sí, ya sé que eres la diosa de la venganza y todo eso, pero ... ¿De qué te querías vengar?. ¿De que no no se había limpiado los dientes?. Es lo malo de tí, Ultoris, las pequeñeces que te obligan a asesinar a sangre fría.

 

-- U-un momento -- reaccionó el hombre. -- ¿Diosa de la venganza?. Eso-eso e simposible. Quiero decir, tú no eres la diosa de la venganza ... porque Callisto es la diosa de la venganza ... y tú ... has matado a Elbor.

 

-- ¡¡Inútil!! -- chilló Ultoris con rabia, ofendida. -- ¡La diosa de la venganza soy yo!¡Yo me he vengado de tu amigo!. No Callisto. Callisto no-no es la diosa de la venganza. -- Percibí nerviosismo en sus ojos. ¿No sería que quería revelar la información secreta?. Sí. Quería revelarla, soltar por fin toda su angustia. Pero no podía.

 

-- No puede ser cierto. ¿Por qué?. -- preguntó indiscretamente el hombre.

Todas permanecimos silenciosas de pie. Prometimos no decirle nunca a ningún mortal nuestro secreto. Nuestro secreto estará guardado para siempre, aunque eso nos indigne, y no se lo desvelaremos nunca a ... ¡Oh, oh!. ¡Está presente la diosa cotilla Garrulus!.

 

-- ¡Tapad la boca a Garrulus!. -- prevení chillando. Entonces todas parecieron darse cuenta del peligro ... cuando Garrulus abrió la boca y empezó a entonar la primera sílaba. No lo podía evitar, era un acto reflejo. Un don, por así decirlo.

 

-- Todo es una campaña publicitaria. En realidad, Ultoris sí es la verdadera diosa de la venganza. Callisto sólo es una campaña publicitaria. Oí una palabra en Britannia para designarlo que sonaba muy bien: merchandising. Sí, lo usan para describir toda la locura que se monta alrededor de Hércules. Ya sabes, en todos los mercados se venden muñecos de Hércules o balones de cuero con su firma, telas de lino con su nombre cosido en hilo dorado, réplicas de la espada de Hércules. Ya sabes lo que te quiero decir, seguro que tu madre te compró algún objeto con la cara de Hércules grabado en él.

 

-- ¿Sí?. -- preguntó descocertado el individuo.

 

-- Sí. -- afirmó Garrulus.

 

-- Entonces, Callisto ha infringido los derechos de propiedad. ¿Tiene Ultoris el nombre patentado en el Registro de Atenas.

 

-- Sí. -- afirmó de nuevo.

 

-- Entonces, ¿por qué no ha hecho nada?. ¿Por qué no ha ido al Juzgado de Esparta?. -- preguntó muy confuso el hombre. Todas miraron a Garrulus. Garrulus frunció el ceño, y de su garganta salió un leve chillido.

 

-- Mirad, chicas, no lo puedo contener. Para algo soy la diosa cotilla, ¿no?. Lo siento, chicas, tendría que haberme apuntado a otro cargo, como diosa de la concordia, de la aficción, de la moda ... tendría que haber hecho caso a mi madre Repulsa. Ella siempre quiso que fuese la diosa de la mutilación, como mi abuela Mutilo, pero es que no soporto ver esos frágiles huesos blancos y las pequeñas venas de color azul que se asoman por un miembro mutilado. Bueno, chico, ahora vas a saber la verdadera história. Chicas ... tapaos los oídos.

Las chicas la miraron resignadas, y algunas empezaron a sentarse sobre la dura tierra, o a coger piedras y tirárlas bien lejos. Sabían que aquello les llevaría un buen rato. Cuando Garrulus se pone a hablar, quisieran ser mortales para poder clavarse una afilada cuchilla punzante en el pecho y dejar de oirla.

 

-- Te preguntarás: "¿Qué hacen estas diosas en Ogigia?". Vale, no te lo has preguntado, pero podrías haberlo hecho. Bueno, ¿qué hay en Ogigia?. Un estadio de cárrigas, un mercado de prendas femeninas diseñadas por Lutecia, el famoso héroe que vuelve locas a las quinceañeras mortales Torus Pitt, la cadena de tiendas de cosméticos más famosa del Mundo Conocido ... ah, no ... ésa está en Roma. ¡La gruta de Calipso!. Vale, ésa no la sabías porque es un secreto, pero para eso estoy yo aquí, ¡para desvelar secretos! ... uh, que mala cara estáis poniendo chicas ... ¡Quiero parar!¡Quiero parar!¡No puedo!¡Arghhh!. Bien, sigamos. Te veo un poco desconcertado, siéntate, hombre, apóyate sobre el cadáver putrefacto de tu putrefacto amigo. Las diosas inferiores que representamos sentimientos como el mio, la locuacidad ... -- "El aburrimiento", pensó el hombre. -- el de Dementia, la locura, Ultoris la venganza, nos reuniremos en la gruta de Calipso y daremos una conferencia para realzar nuestra decadente popularidad. -- Hizo una pausa para descansar.

 

-- Es cierto. -- replicó entonces el hombre. -- Oigo hablar de Ares, de Afrodita o de Atenea, es decir, de los dioses superiores y sus extraodinarias batallas, pero de vosotras ... los sentimientos inferiores, creía que sólo existían y ya está. No sé, que eran producto de los sentimientos mayores. Ya lo he entendido. Queréis organizar una campaña contra vuestra marginalización social.

 

-- Exacto. -- gritó Garrulus. -- ¿Cómo puedes hablar tan fluidamente y estar más borracho que Meleaguer el Poderoso en una posada de Atenas?. Bueno, ya te he contado lo de la reunión ... vamos a profundizar sobre lo del plagio. Verás, que Callisto obtuviera la ambrosía y se convirtiera en diosa, y que quisiera vengarse de Xena la Princesa Guerrera, por lo que le hizo a su família en Cirra, nos vino de perlas. Negociamos con Callisto para que llevara el título de diosa de la venganza, a pesar de que ya estaba patentado. Callisto es muy famosa. Todos conocen ese nombre, algunos hasta se estremecen al oírlo. ¿Ultoris?. ¿Quién es?. ¿Algunas modelo?. No te ofendas, querida amiga -- dijo dirigiéndose a ella. -- Por eso, que Callisto lleve el título que le acredita como diosa de la venganza es una campaña publicitaria para, como te lo diría, dar a conocernos. Por eso actualmente hay dos diosas de la venganza. ¿Como podríamos diferenciarlas?. No sé, a una la llamamos Ultoris diosa de la venganza y a la otra Callisto Avenger. Te juro que cuando se lo oí decir a aquél mercader en Grecia me partí la espinilla de tanto reir. Bueno, y sin ánimos de extenderme, querría agradecerte, mi estimado público, la atención que has demostrado hacia mí ... pero debo comunicarte, con todo mi cariño y respeto, que ahora debemos matarte y despellejarte como a un jabalí, porque, puesto que ya sabes el secreto, podrías ir divulgándolo por ahí. Sí, ya sé que no te creirían, que te tomarian como a un loco, que existe los llamados hombres de negro para hacer esa faena, pero no te preocupes, será rápido y suave, como un pinchazo en las nalgas ... pero con dolor. Ya lo hemos hecho otras veces a causa de mi, ehem, indigno don de charlar. Cuando llegues al Hades, salúdale de parte de Dementia, Tormina, Garrulus ... y otras diosas del montón. Ultoris ... procede a rebanarle.

 

-- Pero, ahora no sé de que vengarme -- contestó con preocupación.

 

-- Vengáte ... ¡Por el honor de los dioses inferiores!. -- rugió Garrulus.

 

-- ¡Por el honor de los dioses inferiores!. -- gritaron todas. Entonces Garrulus se dió cuenta de algo, y se giró al pobre hombre que estaba arrodillado.

 

-- Uh. ¿Un último deseo?. -- preguntó.

 

-- Sí. Eh, ¿me podrías contar más cosas sobre los hombres de negro?.

 

La gruta de Calipso era inmensa. Después de recorrer un jardín dónde el sol se filtraba milagrosamente por pequeñas hendiduras en las rocas del techo, las ramas se retorcían y las brillante hojas verdes desprendían un suave aroma embriagador, dónde las bellas y desnudas ninfas hilaban preciosas telas de color púrpura mientras cantaban una suave melodía que me recordava de nuevo a mi preciosa Citera, nos adentramos a una gran habitación que parecía la sala de fiestas de un enorme palacio imperial, con escalones de mármol y columnas dóricas.

Salí de una enorme y gruesa cortina de color rojo que meticulosamente habían preparado los organizadores del evento, es decir, las afanadas ninfas de su señora Calipso. Tormina, Calipso y yo estábamos en un palco alzado a 500 pies del suelo. Pude observar a miles de dioses y diosas tomando vino y picando salmón (que bueno que alguién lo importó de tierras desconocidas) de las bandejas depositadas en las mesas. Murmuraban continuamente. Me dispuse a hablarles.

 

-- Queridos compatriotas. -- les dije. -- Estamos hoy aquí reunidos para vanagloriar nuestra condición de dioses inferiores y reivindicar nuestros derechos como tales: dioses inferiores, pero no por ello menos importantes. Antes de comenzar nuestra amistosa charla, nuestro compañero Singularis nos ofrecerá algunas palabras sobre el tema. Como veréis, nuestro portavoz del Consejo de los Dioses solía ser Brevis, pero hoy no ha podido estar presente con nosotros por encontrárse en otra reunión de Dioses Superiores en Delfos. Como véis, es otro indigno signo de nuestra inferioridad. Adelante, Singularis, el público está deseoso de oírte. Una cosa antes de empezar, Singularis: ¿Por qué te llaman el dios detallista?.

 

-- Bueno, Dementia, eso sería algo extenso y complicado de explicar, sin ir más lejos, la versión corta y sin detalles llevaría de explicarlo una cena entera. Simplemente, me llaman así, aunque aún no entiendo el por qué. -- sonrió. -- Uhm, ¿cómo podría comenzar?.

 

-- Podrías hacer un análisis sobre el estado del día, por el ejemplo. -- le dije bromeando, sonriendo. ¡Pero él no lo creyó así!.

 

-- Son las 19:24 (hora local). Lugar de posicionamiento: 85 PQ 3258255 Oz. denominación local del lugar de posicionamiento: Ogigia. Es un día claro y despejado, sin ninguna nuve en el cielo. Hace, sin embargo, mucho calor y las temperaturas van subiendo progresivamente. No obstante, estamos en el Oeste Mediterráneo, la cual cosa quiere decir que en los próximos días se acercará un anti-ciclón procedente del Norte y que traerá mucho frío. Os aconsejo que llevéis ropa de invierno. Consultando el Catálogo de ...

 

-- ¡Ya!. -- interrumpí. Estaba comenzando a marearme. -- ¡Ya sé por qué te llaman el dios detallista. Bien, Singularis, hemos entenido perfectamente lo que has dicho -- ¡Por los Dioses!¿Qué había dicho ese hombre?. -- ... y estamos planamente de acuerdo contigo. Es más, si esperas varios minutos en el vestíbulo, y rellenas una solicitud con todos tus datos, te podemos hacer Meteorólogo Oficial del Sindicato de Dioses Inferiores. -- dije calmándole.

 

-- Muy bien. -- contestó dando media vuelta como un autómata. Respiré alibiada. -- ¿A quién dices que le tengo que entregar mi solicitud?. -- dijo girándose.

 

-- Oh. Déjalo en el buzón. Con eso será suficiente. Tormina te informará y te dará una pluma de ave y tinta si es necesario. -- respondí con fingida naturalidad.

 

-- Muy bien. -- dijo de nuevo girándose de la misma manera. Y desapareció tras la cortina. Me sentí avergonzada, no podía mirar a ninguno de esos extrañados invitados. Saqué un fino pañuelo bordado y me sequé el sudor de la frente.

 

-- Bueno, después de este incidente, paso a declararme Portavoz Oficial del Sindicato de Dioses Inferiores. Por lo tanto, empezaré a hablar.

Tormina y Calipso estuvieron calladas todo el rato. Hasta parecían indiferentes. Los dioses inferiores empezaban a ponerse nerviosos, murmurando cosas y protestando, pues habían pagado 15 dinares para presenciar el acto el cual se estaba volviendo eterno, así, que sin más conjeturas, empezé a hablar. Aunque no sabía ni por un instante de lo que tenía que decir. ¡Oh, Dioses, Garrulus, dónde estas cuando se te necesita!.

 

-- Nadie. -- pronuncié esa palabra gritando para callar a la prole y me prestaran toda su atención que en esos momentos se estaba desviando a las deliciosas berenjenas rellenas con salmón que servían las ninfas. Bueno, a eso y a los cuerpos desnudos de las propias ninfas, que parecían ser muy naturales. -- Nadie sabe quienes somos, no saben lo que representamos. -- dije con indignación. -- Por ejemplo, esta mañana ha habido unos individuos que nisiquiera sabían que existiamos. -- El tumulto se sorprendió, y empezó a acordarse de las madres de los individuos. -- Los mortales no nos dedican ceremonias ni levantan templos en nuestro honor. -- Cierto. -- No, que va. Sólo se acuerdan de sus bienamados Dioses Superiores. Como Ares, el dios de la guerra. -- Sonreí tristemente al pronunciar su nombre. -- Todos se acuerdan de él durante una batalla. Oh, pero, pobres ignorante mortales, no se acuerdan de los otros sentimientos que se dan durante la realización de una batalla ... la crueldad, la fuerza, el coraje, la habilidad, el pánico ... estos sentimientos son igual de importantes que el acto que representa Ares. Sin esos sentimientos, la guerra no sería guerra. -- Todos los presentes me hacían caso. ¡A mí!. Que orgullosa estaba. Estaba trasluciendo mis sentimientos. ¿Me estaría ayudando Candoris, la diosa de la sinceridad, que estaba postrada en su cama molestada de gripe?. -- Bien, amigos y amigas, pienso acabar con la situación actual. A pesar de que antes lo habíamos intentado con ingenuas canpañas de publicidad ... -- "Callisto". -- nada ha funcionado. -- Me reí a carcajadas. No creo que nadie lo entendiera. ¡Estaba empezando a mostrar el verdadero sentimienti al que representaba: la locura. -- Si no ha resultado por las buenas ... ¡Lo intentaremis por las malas!. ¡Destruiremos, mataremos y lucharemos!¡No tendremos piedad de nada ni de nadie, sea mortal o dios, nuestra crueldad será memorable!¡Formaremos un holocausto mundial!¡Las manos de Caos se extenderán por todo el Mundo Conocido ... y Caos será una diosa diminuta al lado nuestro!. -- Alzé el brazo, y todos los invitados alzaron los suyos, y gritaron mi nombre. En esos momentos me sentía como si fuera una guerrera, y los invitados mi ejército, y la húmeda gruta de Calipso un poblado masacrado. Me sentía como un líder. Les había prometido aquello. Pero ... ¿cómo lo haria?. "¡Dioses, tengo que forjar un plan inmediatamente!".

 

 

Dementia había estado realmente muy bien durante toda la conferencia, había demostrado estar a la altura de las circumstancias, de lo que los demás dioses esperaban de ella. Yo he querido estar intencionadamente en un segundo plano para dar más relevancia a Dementia. Bueno, yo no soy tan importante. Soy Tormina, la diosa que produce mal de estómago y vómitos, pero soy muy conocida entre los nuestros. dementia me había comentado su plan horas antes de que los presnetara ante el Consejor del Sindicato de Dioses Inferiores. Sí. ¿No sabías que el Sindicato estaba en Ogigia?. Es una cosa que a Garrulus se le olvidó decir. La verdad es que me parecía fabuloso, es el típico plan ido de la olla de Dementia, como cuando eran pequeñas y a Dementia se le ocurrían ingeniosos planes para robarle los juguetes a los demás niños.

La presentación del plan ante Magnus, el presidente del Consejo, se realizaría al caer el sol, en el tribunal que estaba a 8 kilómetros de la gruta de Calipso. Por cierto, cabe explicar que Calipso no es una diosa. Ella es la líder de las ninfas que tejen en su cobijo, pero ella es muy amable con nosotros. Nos ofreció su gruta como lugar de conferencia, sus ninfas como organizadoras del evento e improvisadas camareras, y también su gratitud. Cuando dominemos el mundo, seguro que nos acordaremos satisfactoriamente de ella y de sus desnudas ninfas.

Era la hora determinada. Al fin, tras una hora de monótono itinerario, llegamos a una explanada arenosa, abrigada por un grupo de montecillos de escasa envergadura. Había una construcción que se alzaba majestuosa entre el solitario paisaje. Era la Oficina Central del Sindicato de Dioses Inferiores, aunque también debe su popularidad al arquitécto que lo construyó. Se llamaba Dédalo, y junto a unos campesinos locales construyó este edificio enorme por órdenes directas del Gran Magnus, que en ese tiempo aún era un simple trabajador del Gran Dios.

Yo, y las demás diosas, recorrimos los quince metros escasos que nos separaban de la metálica entrada. Dementia empujó la puerta y entramos al lúgubre y mezquino lugar. Tenía la sensación de que muchos ojos nos obserbavan.

Sentado en una mesa redonda junto a omce personas más, ausente y absorto, estaba Magnus, delgadísimo, vestido de negro. Nos miró con vidriosos ojos. Permanecía inmóvil, sin hacer el menor gesto. De repente, uno de los individuos que estaban sentados allí se levantó mostrándonos su grotesca estatura y se dirijió a nosotras.

 

-- Bien, señoritas, pueden enseñarnos sus deliveraciones. El Gran Magnus estará atento a cada palabra que pronuncien y, al final, dará su justa opinión. Empiezen. -- ¿Pero como podía atender ese hombre que parecía absorto, en otra dimensión?.

Dementia desplegó varios croquis y pergaminos repletos de dibujos sobre le mesa circular.

 

-- Bien. No cabe decir por qué estamos aquí presentes, ¿no?. -- Dementia continuó hablando sobre la silenciosa presencia de Magnus. -- Ehem, he pensado junto a mis amigas, compañeras, que el plan más seguro y eficaz que valdría presentarle a usted, señor Magnus ... -- "¿Valdría presentarle a usted?". Que nerviosa se estaba poniendo. Uff, pero, espérate. Siempre empieza con cierto nerviosismo y recatamiento, pero después no hay quien la pare. -- ... es una sencilla y solitaria palabra: "¡La Exterminación!". -- A Magnus se le cambió la expresión de la cara y, por primera vez desde que entramos a la sala, se levantó de la silla con un rápido movimiento. Dementia se extrañó y empezó a pensar que aquello era un poco exagerado, y rectificó. -- P-pero si usted quiere, le notificaremis al señor Zeus nuestra opinión mediante un divulgado escrito y no-no emplearemos la fuerza.

 

-- No. -- dijo muy sereno Magnus. -- ¿Por qué me tendría que parecer mal, señorita Dementia?.

 

-- Le-le parece bien. -- dijo con exceptación.

 

-- Pues claro que sí. Hace tiempo que estoy pensando en ello. Es muy justo. Nos revelaremos contra los Dioses Superiores de cualquier modo, toda la vida nos han estado mirando mal. ¡Estoy harto de esos insignificantes seres divinos!. -- "¡Sí!", pensé.

 

-- Bien. -- dijo Dementia más relajada. -- Pues empezemos. Éste es nuestro plan, que hemos estado pensando en nuestra reunión de hoy. Para crear esta misión, nos planteamos una pregunta: "¿Cómo podríamos enfrentarnos con los dioses sin que ellos supiesen que somo nosotros sus enemigos?". Je, a nuestra amiga Garrulus se le ocurrió una cosa. Podríamos hacer que una persona, la cual no sería ninguno de nosotros sino un mortal, se enfrentase a los dioses y les enfureciera. ¿De qué modo?. Poseyendo el cuerpo de esa persona. Todos nosotros, por turno, poseeremos a esa persona, que tiene que reunir tres cualidades: el poder, el peligro y la pasión. Entonces, haremis que viaje continuamente destruyendo los templos edificados en honor a los dioses y con ello enfurecerlos. Y a Ultoris se le ocurrió la persona más adecuada. -- concluyó con incógnita. Mágnus la observó dibujando una pérfida sonrisa en su pálida cara.

 

-- ¿Y ... quién es esa persona, señorita Dementia?. -- preguntó con curiosidad.

 

-- Supongo que habrá oído mencionar sus valerosas repriendad contra los dioses. Es Xena, la Princesa Guerrera de Amphipolis, el juguete de Ares en sus momentos de aburrimiento. Ella reune las tres cualidades. -- Magnus arqueó la ceja y sonrió de tal modo que dejó entrever sus sólidos dientes emblanquecidos.

 

-- Señorita Dementia, es usted maravillosa, ¿lo sabía?. -- dijo con un tono adulador.

 

-- Suelo provocar esa sensación. Pero alrededor de mí hay otras diosas igual de fantásticas. Todas han aportado algo en la creación de éste plan. A Garrulus se le ocurrió la idea de la posesión, Tormina y Ultoris estuvieron discutiendo el elegido: se incluían nombres como Autólycus, Luctefer, David ... pero ninguno de ellos nos convencían ... bueno, Garrulus propuso a un tal Joxer, pero después de comprobar quien era, hicimos como si Garrulus nuna hubiera dicho eso, porque eso estropearía su credibilidad ... bueno, quiero decir que todo el mundo puso su granito de arena ... Caligo hizo una lista de templos, Mollitia nos prefumó con su fragancia de ideas, Sternutatio estuvo divagando durante toda la tarde sobre los mocos, Surdusa ... bueno, Surdusa ... Surdusa sólo nos preparó unos canapés y nos sirvió vino, pero fue todo un detalle.

 

-- Comprendo, señorita Dementia. Pasado mañana empezarán. Dispondrán de todos los medios que quieran, pero deberéis de organizarlo todo vosotras bajo la supervisión mensual de un consejero del Sindicato. Espero que no me decepcionéis. ¿Dónde está Xena en estos momentos?.

 

-- Lo averiguaremos, mi señor Magnus.