Cuando me desperté alertada por los ronquidos de mi compañera de camarote Obdormio,
me sentí fresca y relajada, como si hubiese dormido cien largos años. A través de la
diminuta ventana del vestíbulo del barco puede ver que estaba amaneciendo. Salí a
cubierta, y entonces lo ví. La ví, en medio del Océano Occidental, majestuosa y
animada, el aspecto verde de su fauna le daba un toque jovial de sotisficación. La
maravillosa isla de Ogigia, situada en el Mar Mediterráneo.
Hacía calor. Nos aproximamos a una especie de fondadero natural en el que estaba
atracada una nave semejante a la que tripulábamos. Llegados a nuestro destino,
desembarcamos fácilmente, sin ninguna complicación.
Al poner los pies en el suelo y oler el puro y fresco aire, tuve la sensación de que
nunca salí de mi maravillosa Citera.
De repente, cuando aún estaba aspirando el suave viento, salieron del bosque unos
extraños hombres que tenían pinta de borrachos. Tenían barba y los ojos hinchados, les
costaba andar, uno de ellos necesitaba la ayuda de una caña de bambú para poder
sostenerse en pie. Se acercaron a nosotros.
Cuando estaban apenas a unas zancadas de nosotras, el más grande sacó una daga.
-- Si detrás de esto hay un propósito criminal, vamos bien --
dije sonriendo. Obdormio y Tormina rieron a carcajadas. ¿Qué iban a hacer dos individuos
los cúales no debían tener, ni por asomo, algún atisbo de inteligencia, a un grupo de
diosas en una isla de diosas?.
Uno de ellos cayó al suelo. Por un momento quedó imperturbable. Después, fue
adquiriendo clara consciencia. Su amigo le cogió por los brazos y lo alzó, y después se
dirigió a mí aún sujetándole y arrastrándole por la tierra.
-- ¿Quiénes sois vosotras, chicas? -- dijo con
descorcentante pronunciación, señalándonos.
-- ¿Nosotras? -- me giré hacia las chicas poniendo cara de
genialidad. -- Nosotras somo diosas. ¿Es que no se nota?.
-- ¿Y entonces por qué parecéis unas amazonas de bar? --
replicó el amigo medio inconsciente, con los ojos entrecerrados.
Cuando me dispuse a contraatacar verbalmente, Ultoris emergió súbitamente para
contestarle de una manera sanguinaria. Ultoris se abalanzó contra el amigo medio
inconsciente y con su afilada espada de metal le rebanó la cabeza ante la atónita mirada
de su compañero, que podía observar las venas y la cantidad injuriosa de sangre que
brotaba de aquél cuello cortado, sin cabeza. Entonces vomitó. Soltó inmediatamente al
cadáver, y se quedó de pie, inmóvil, sin hacer el menor ruido. Parecía intentar
resolver lo que había presenciado. De pronto, como si hubiese captado alguna
imperceptible vibración, el individuo empezó a temblar y a mirarnos nerviosamente.
-- No hacía falta la violencia en esta ocasión, Ultoris. --
manifesté. -- Sí, ya sé que eres la diosa de la venganza y todo
eso, pero ... ¿De qué te querías vengar?. ¿De que no no se había limpiado los
dientes?. Es lo malo de tí, Ultoris, las pequeñeces que te obligan a asesinar a sangre
fría.
-- U-un momento -- reaccionó el hombre. --
¿Diosa de la venganza?. Eso-eso e simposible. Quiero decir, tú no eres la diosa
de la venganza ... porque Callisto es la diosa de la venganza ... y tú ... has
matado a Elbor.
-- ¡¡Inútil!! -- chilló Ultoris con rabia, ofendida. --
¡La diosa de la venganza soy yo!¡Yo me he vengado de tu amigo!. No Callisto.
Callisto no-no es la diosa de la venganza. -- Percibí nerviosismo
en sus ojos. ¿No sería que quería revelar la información secreta?. Sí. Quería
revelarla, soltar por fin toda su angustia. Pero no podía.
-- No puede ser cierto. ¿Por qué?. -- preguntó
indiscretamente el hombre.
Todas permanecimos silenciosas de pie. Prometimos no decirle nunca a ningún mortal
nuestro secreto. Nuestro secreto estará guardado para siempre, aunque eso nos indigne, y
no se lo desvelaremos nunca a ... ¡Oh, oh!. ¡Está presente la diosa cotilla Garrulus!.
-- ¡Tapad la boca a Garrulus!. -- prevení chillando.
Entonces todas parecieron darse cuenta del peligro ... cuando Garrulus abrió la boca y
empezó a entonar la primera sílaba. No lo podía evitar, era un acto reflejo. Un don,
por así decirlo.
-- Todo es una campaña publicitaria. En realidad, Ultoris sí es la verdadera
diosa de la venganza. Callisto sólo es una campaña publicitaria. Oí una palabra en
Britannia para designarlo que sonaba muy bien: merchandising. Sí, lo usan para
describir toda la locura que se monta alrededor de Hércules. Ya sabes, en todos los
mercados se venden muñecos de Hércules o balones de cuero con su firma, telas de lino
con su nombre cosido en hilo dorado, réplicas de la espada de Hércules. Ya sabes lo que
te quiero decir, seguro que tu madre te compró algún objeto con la cara de Hércules
grabado en él.
-- ¿Sí?. -- preguntó descocertado el individuo.
-- Sí. -- afirmó Garrulus.
-- Entonces, Callisto ha infringido los derechos de propiedad. ¿Tiene Ultoris
el nombre patentado en el Registro de Atenas.
-- Sí. -- afirmó de nuevo.
-- Entonces, ¿por qué no ha hecho nada?. ¿Por qué no ha ido al Juzgado de
Esparta?. -- preguntó muy confuso el hombre. Todas miraron a Garrulus.
Garrulus frunció el ceño, y de su garganta salió un leve chillido.
-- Mirad, chicas, no lo puedo contener. Para algo soy la diosa cotilla,
¿no?. Lo siento, chicas, tendría que haberme apuntado a otro cargo, como diosa de la
concordia, de la aficción, de la moda ... tendría que haber hecho caso a mi
madre Repulsa. Ella siempre quiso que fuese la diosa de la mutilación, como mi
abuela Mutilo, pero es que no soporto ver esos frágiles huesos blancos y las pequeñas
venas de color azul que se asoman por un miembro mutilado. Bueno, chico, ahora vas a saber
la verdadera história. Chicas ... tapaos los oídos.
Las chicas la miraron resignadas, y algunas empezaron a sentarse sobre la dura tierra,
o a coger piedras y tirárlas bien lejos. Sabían que aquello les llevaría un buen rato.
Cuando Garrulus se pone a hablar, quisieran ser mortales para poder clavarse una afilada
cuchilla punzante en el pecho y dejar de oirla.
-- Te preguntarás: "¿Qué hacen estas diosas en Ogigia?". Vale, no
te lo has preguntado, pero podrías haberlo hecho. Bueno, ¿qué hay en Ogigia?. Un
estadio de cárrigas, un mercado de prendas femeninas diseñadas por Lutecia, el famoso
héroe que vuelve locas a las quinceañeras mortales Torus Pitt, la cadena de tiendas de
cosméticos más famosa del Mundo Conocido ... ah, no ... ésa está en Roma. ¡La gruta
de Calipso!. Vale, ésa no la sabías porque es un secreto, pero para eso estoy yo aquí,
¡para desvelar secretos! ... uh, que mala cara estáis poniendo chicas ... ¡Quiero
parar!¡Quiero parar!¡No puedo!¡Arghhh!. Bien, sigamos. Te veo un poco desconcertado,
siéntate, hombre, apóyate sobre el cadáver putrefacto de tu putrefacto amigo. Las
diosas inferiores que representamos sentimientos como el mio, la locuacidad ... --
"El aburrimiento", pensó el hombre. -- el de Dementia, la
locura, Ultoris la venganza, nos reuniremos en la gruta de Calipso y daremos una
conferencia para realzar nuestra decadente popularidad. -- Hizo una pausa
para descansar.
-- Es cierto. -- replicó entonces el hombre. --
Oigo hablar de Ares, de Afrodita o de Atenea, es decir, de los dioses superiores y sus
extraodinarias batallas, pero de vosotras ... los sentimientos inferiores, creía que
sólo existían y ya está. No sé, que eran producto de los sentimientos mayores. Ya lo
he entendido. Queréis organizar una campaña contra vuestra marginalización social.
-- Exacto. -- gritó Garrulus. -- ¿Cómo
puedes hablar tan fluidamente y estar más borracho que Meleaguer el Poderoso en una
posada de Atenas?. Bueno, ya te he contado lo de la reunión ... vamos a profundizar sobre
lo del plagio. Verás, que Callisto obtuviera la ambrosía y se convirtiera en diosa, y
que quisiera vengarse de Xena la Princesa Guerrera, por lo que le hizo a su família en
Cirra, nos vino de perlas. Negociamos con Callisto para que llevara el título de diosa
de la venganza, a pesar de que ya estaba patentado. Callisto es muy famosa. Todos
conocen ese nombre, algunos hasta se estremecen al oírlo. ¿Ultoris?. ¿Quién es?.
¿Algunas modelo?. No te ofendas, querida amiga -- dijo dirigiéndose a
ella. -- Por eso, que Callisto lleve el título que le acredita como diosa
de la venganza es una campaña publicitaria para, como te lo diría, dar a conocernos.
Por eso actualmente hay dos diosas de la venganza. ¿Como podríamos
diferenciarlas?. No sé, a una la llamamos Ultoris diosa de la venganza y a la otra
Callisto Avenger. Te juro que cuando se lo oí decir a aquél mercader en Grecia me
partí la espinilla de tanto reir. Bueno, y sin ánimos de extenderme, querría
agradecerte, mi estimado público, la atención que has demostrado hacia mí ... pero debo
comunicarte, con todo mi cariño y respeto, que ahora debemos matarte y despellejarte como
a un jabalí, porque, puesto que ya sabes el secreto, podrías ir divulgándolo por ahí.
Sí, ya sé que no te creirían, que te tomarian como a un loco, que existe los llamados hombres
de negro para hacer esa faena, pero no te preocupes, será rápido y suave, como un
pinchazo en las nalgas ... pero con dolor. Ya lo hemos hecho otras veces a causa de mi,
ehem, indigno don de charlar. Cuando llegues al Hades, salúdale de parte de Dementia,
Tormina, Garrulus ... y otras diosas del montón. Ultoris ... procede a rebanarle.
-- Pero, ahora no sé de que vengarme -- contestó con
preocupación.
-- Vengáte ... ¡Por el honor de los dioses inferiores!. --
rugió Garrulus.
-- ¡Por el honor de los dioses inferiores!. -- gritaron
todas. Entonces Garrulus se dió cuenta de algo, y se giró al pobre hombre que estaba
arrodillado.
-- Uh. ¿Un último deseo?. -- preguntó.
-- Sí. Eh, ¿me podrías contar más cosas sobre los hombres de negro?.
La gruta de Calipso era inmensa. Después de recorrer un jardín dónde el sol se
filtraba milagrosamente por pequeñas hendiduras en las rocas del techo, las ramas se
retorcían y las brillante hojas verdes desprendían un suave aroma embriagador, dónde
las bellas y desnudas ninfas hilaban preciosas telas de color púrpura mientras cantaban
una suave melodía que me recordava de nuevo a mi preciosa Citera, nos adentramos a una
gran habitación que parecía la sala de fiestas de un enorme palacio imperial, con
escalones de mármol y columnas dóricas.
Salí de una enorme y gruesa cortina de color rojo que meticulosamente habían
preparado los organizadores del evento, es decir, las afanadas ninfas de su señora
Calipso. Tormina, Calipso y yo estábamos en un palco alzado a 500 pies del suelo. Pude
observar a miles de dioses y diosas tomando vino y picando salmón (que bueno que alguién
lo importó de tierras desconocidas) de las bandejas depositadas en las mesas. Murmuraban
continuamente. Me dispuse a hablarles.
-- Queridos compatriotas. -- les dije. --
Estamos hoy aquí reunidos para vanagloriar nuestra condición de dioses inferiores y
reivindicar nuestros derechos como tales: dioses inferiores, pero no por ello menos
importantes. Antes de comenzar nuestra amistosa charla, nuestro compañero Singularis nos
ofrecerá algunas palabras sobre el tema. Como veréis, nuestro portavoz del Consejo de
los Dioses solía ser Brevis, pero hoy no ha podido estar presente con nosotros por
encontrárse en otra reunión de Dioses Superiores en Delfos. Como véis, es otro indigno
signo de nuestra inferioridad. Adelante, Singularis, el público está deseoso de oírte.
Una cosa antes de empezar, Singularis: ¿Por qué te llaman el dios detallista?.
-- Bueno, Dementia, eso sería algo extenso y complicado de explicar, sin ir
más lejos, la versión corta y sin detalles llevaría de explicarlo una cena entera.
Simplemente, me llaman así, aunque aún no entiendo el por qué. --
sonrió. -- Uhm, ¿cómo podría comenzar?.
-- Podrías hacer un análisis sobre el estado del día, por el ejemplo. --
le dije bromeando, sonriendo. ¡Pero él no lo creyó así!.
-- Son las 19:24 (hora local). Lugar de posicionamiento: 85 PQ 3258255 Oz.
denominación local del lugar de posicionamiento: Ogigia. Es un día claro y despejado,
sin ninguna nuve en el cielo. Hace, sin embargo, mucho calor y las temperaturas van
subiendo progresivamente. No obstante, estamos en el Oeste Mediterráneo, la cual cosa
quiere decir que en los próximos días se acercará un anti-ciclón procedente del Norte
y que traerá mucho frío. Os aconsejo que llevéis ropa de invierno. Consultando el
Catálogo de ...
-- ¡Ya!. -- interrumpí. Estaba comenzando a marearme. --
¡Ya sé por qué te llaman el dios detallista. Bien, Singularis, hemos entenido
perfectamente lo que has dicho -- ¡Por los Dioses!¿Qué había dicho
ese hombre?. -- ... y estamos planamente de acuerdo contigo. Es más, si
esperas varios minutos en el vestíbulo, y rellenas una solicitud con todos tus datos, te
podemos hacer Meteorólogo Oficial del Sindicato de Dioses Inferiores. --
dije calmándole.
-- Muy bien. -- contestó dando media vuelta como un
autómata. Respiré alibiada. -- ¿A quién dices que le tengo que
entregar mi solicitud?. -- dijo girándose.
-- Oh. Déjalo en el buzón. Con eso será suficiente. Tormina te informará y
te dará una pluma de ave y tinta si es necesario. -- respondí con
fingida naturalidad.
-- Muy bien. -- dijo de nuevo girándose de la misma manera.
Y desapareció tras la cortina. Me sentí avergonzada, no podía mirar a ninguno de esos
extrañados invitados. Saqué un fino pañuelo bordado y me sequé el sudor de la frente.
-- Bueno, después de este incidente, paso a declararme Portavoz Oficial del
Sindicato de Dioses Inferiores. Por lo tanto, empezaré a hablar.
Tormina y Calipso estuvieron calladas todo el rato. Hasta parecían indiferentes. Los
dioses inferiores empezaban a ponerse nerviosos, murmurando cosas y protestando, pues
habían pagado 15 dinares para presenciar el acto el cual se estaba volviendo eterno,
así, que sin más conjeturas, empezé a hablar. Aunque no sabía ni por un instante de lo
que tenía que decir. ¡Oh, Dioses, Garrulus, dónde estas cuando se te necesita!.
-- Nadie. -- pronuncié esa palabra gritando para callar a la
prole y me prestaran toda su atención que en esos momentos se estaba desviando a las
deliciosas berenjenas rellenas con salmón que servían las ninfas. Bueno, a eso y a los
cuerpos desnudos de las propias ninfas, que parecían ser muy naturales. --
Nadie sabe quienes somos, no saben lo que representamos. -- dije con
indignación. -- Por ejemplo, esta mañana ha habido unos individuos que
nisiquiera sabían que existiamos. -- El tumulto se sorprendió, y
empezó a acordarse de las madres de los individuos. -- Los
mortales no nos dedican ceremonias ni levantan templos en nuestro honor. --
Cierto. -- No, que va. Sólo se acuerdan de sus bienamados Dioses
Superiores. Como Ares, el dios de la guerra. -- Sonreí
tristemente al pronunciar su nombre. -- Todos se acuerdan de él durante
una batalla. Oh, pero, pobres ignorante mortales, no se acuerdan de los otros sentimientos
que se dan durante la realización de una batalla ... la crueldad, la fuerza, el coraje,
la habilidad, el pánico ... estos sentimientos son igual de importantes que el acto que
representa Ares. Sin esos sentimientos, la guerra no sería guerra. --
Todos los presentes me hacían caso. ¡A mí!. Que orgullosa estaba. Estaba trasluciendo
mis sentimientos. ¿Me estaría ayudando Candoris, la diosa de la sinceridad, que
estaba postrada en su cama molestada de gripe?. -- Bien, amigos y amigas,
pienso acabar con la situación actual. A pesar de que antes lo habíamos intentado con
ingenuas canpañas de publicidad ... -- "Callisto". --
nada ha funcionado. -- Me reí a carcajadas. No creo que nadie lo
entendiera. ¡Estaba empezando a mostrar el verdadero sentimienti al que representaba: la locura.
-- Si no ha resultado por las buenas ... ¡Lo intentaremis por las
malas!. ¡Destruiremos, mataremos y lucharemos!¡No tendremos piedad de nada ni de nadie,
sea mortal o dios, nuestra crueldad será memorable!¡Formaremos un holocausto
mundial!¡Las manos de Caos se extenderán por todo el Mundo Conocido ... y Caos será una
diosa diminuta al lado nuestro!. -- Alzé el brazo, y todos los invitados
alzaron los suyos, y gritaron mi nombre. En esos momentos me sentía como si fuera una
guerrera, y los invitados mi ejército, y la húmeda gruta de Calipso un poblado
masacrado. Me sentía como un líder. Les había prometido aquello. Pero ... ¿cómo lo
haria?. "¡Dioses, tengo que forjar un plan inmediatamente!".
Dementia había estado realmente muy bien durante toda la conferencia, había
demostrado estar a la altura de las circumstancias, de lo que los demás dioses esperaban
de ella. Yo he querido estar intencionadamente en un segundo plano para dar más
relevancia a Dementia. Bueno, yo no soy tan importante. Soy Tormina, la diosa que
produce mal de estómago y vómitos, pero soy muy conocida entre los nuestros.
dementia me había comentado su plan horas antes de que los presnetara ante el Consejor
del Sindicato de Dioses Inferiores. Sí. ¿No sabías que el Sindicato estaba en Ogigia?.
Es una cosa que a Garrulus se le olvidó decir. La verdad es que me parecía fabuloso, es
el típico plan ido de la olla de Dementia, como cuando eran pequeñas y a Dementia se le
ocurrían ingeniosos planes para robarle los juguetes a los demás niños.
La presentación del plan ante Magnus, el presidente del Consejo, se realizaría al
caer el sol, en el tribunal que estaba a 8 kilómetros de la gruta de Calipso. Por cierto,
cabe explicar que Calipso no es una diosa. Ella es la líder de las ninfas que tejen en su
cobijo, pero ella es muy amable con nosotros. Nos ofreció su gruta como lugar de
conferencia, sus ninfas como organizadoras del evento e improvisadas camareras, y también
su gratitud. Cuando dominemos el mundo, seguro que nos acordaremos satisfactoriamente de
ella y de sus desnudas ninfas.
Era la hora determinada. Al fin, tras una hora de monótono itinerario, llegamos a una
explanada arenosa, abrigada por un grupo de montecillos de escasa envergadura. Había una
construcción que se alzaba majestuosa entre el solitario paisaje. Era la Oficina Central
del Sindicato de Dioses Inferiores, aunque también debe su popularidad al arquitécto que
lo construyó. Se llamaba Dédalo, y junto a unos campesinos locales construyó este
edificio enorme por órdenes directas del Gran Magnus, que en ese tiempo aún era un
simple trabajador del Gran Dios.
Yo, y las demás diosas, recorrimos los quince metros escasos que nos separaban de la
metálica entrada. Dementia empujó la puerta y entramos al lúgubre y mezquino lugar.
Tenía la sensación de que muchos ojos nos obserbavan.
Sentado en una mesa redonda junto a omce personas más, ausente y absorto, estaba
Magnus, delgadísimo, vestido de negro. Nos miró con vidriosos ojos. Permanecía
inmóvil, sin hacer el menor gesto. De repente, uno de los individuos que estaban sentados
allí se levantó mostrándonos su grotesca estatura y se dirijió a nosotras.
-- Bien, señoritas, pueden enseñarnos sus deliveraciones. El Gran Magnus
estará atento a cada palabra que pronuncien y, al final, dará su justa opinión.
Empiezen. -- ¿Pero como podía atender ese hombre que parecía absorto,
en otra dimensión?.
Dementia desplegó varios croquis y pergaminos repletos de dibujos sobre le mesa
circular.
-- Bien. No cabe decir por qué estamos aquí presentes, ¿no?. --
Dementia continuó hablando sobre la silenciosa presencia de Magnus. --
Ehem, he pensado junto a mis amigas, compañeras, que el plan más seguro y eficaz que
valdría presentarle a usted, señor Magnus ... -- "¿Valdría
presentarle a usted?". Que nerviosa se estaba poniendo. Uff, pero, espérate. Siempre
empieza con cierto nerviosismo y recatamiento, pero después no hay quien la pare. --
... es una sencilla y solitaria palabra: "¡La Exterminación!". --
A Magnus se le cambió la expresión de la cara y, por primera vez desde que entramos a la
sala, se levantó de la silla con un rápido movimiento. Dementia se extrañó y empezó a
pensar que aquello era un poco exagerado, y rectificó. -- P-pero si
usted quiere, le notificaremis al señor Zeus nuestra opinión mediante un divulgado
escrito y no-no emplearemos la fuerza.
-- No. -- dijo muy sereno Magnus. -- ¿Por
qué me tendría que parecer mal, señorita Dementia?.
-- Le-le parece bien. -- dijo con exceptación.
-- Pues claro que sí. Hace tiempo que estoy pensando en ello. Es muy justo.
Nos revelaremos contra los Dioses Superiores de cualquier modo, toda la vida nos han
estado mirando mal. ¡Estoy harto de esos insignificantes seres divinos!. --
"¡Sí!", pensé.
-- Bien. -- dijo Dementia más relajada. --
Pues empezemos. Éste es nuestro plan, que hemos estado pensando en nuestra reunión de
hoy. Para crear esta misión, nos planteamos una pregunta: "¿Cómo podríamos
enfrentarnos con los dioses sin que ellos supiesen que somo nosotros sus enemigos?".
Je, a nuestra amiga Garrulus se le ocurrió una cosa. Podríamos hacer que una persona, la
cual no sería ninguno de nosotros sino un mortal, se enfrentase a los dioses y les
enfureciera. ¿De qué modo?. Poseyendo el cuerpo de esa persona. Todos nosotros, por
turno, poseeremos a esa persona, que tiene que reunir tres cualidades: el poder, el
peligro y la pasión. Entonces, haremis que viaje continuamente destruyendo los templos
edificados en honor a los dioses y con ello enfurecerlos. Y a Ultoris se le ocurrió la
persona más adecuada. -- concluyó con incógnita. Mágnus la observó
dibujando una pérfida sonrisa en su pálida cara.
-- ¿Y ... quién es esa persona, señorita Dementia?. --
preguntó con curiosidad.
-- Supongo que habrá oído mencionar sus valerosas repriendad contra los
dioses. Es Xena, la Princesa Guerrera de Amphipolis, el juguete de Ares en sus momentos de
aburrimiento. Ella reune las tres cualidades. -- Magnus arqueó la ceja y
sonrió de tal modo que dejó entrever sus sólidos dientes emblanquecidos.
-- Señorita Dementia, es usted maravillosa, ¿lo sabía?. --
dijo con un tono adulador.
-- Suelo provocar esa sensación. Pero alrededor de mí hay
otras diosas igual de fantásticas. Todas han aportado algo en la creación de éste plan.
A Garrulus se le ocurrió la idea de la posesión, Tormina y Ultoris estuvieron
discutiendo el elegido: se incluían nombres como Autólycus, Luctefer, David ... pero
ninguno de ellos nos convencían ... bueno, Garrulus propuso a un tal Joxer, pero después
de comprobar quien era, hicimos como si Garrulus nuna hubiera dicho eso, porque eso
estropearía su credibilidad ... bueno, quiero decir que todo el mundo puso su granito de
arena ... Caligo hizo una lista de templos, Mollitia nos prefumó con su fragancia de
ideas, Sternutatio estuvo divagando durante toda la tarde sobre los mocos, Surdusa ...
bueno, Surdusa ... Surdusa sólo nos preparó unos canapés y nos sirvió vino, pero fue
todo un detalle.
-- Comprendo, señorita Dementia. Pasado mañana empezarán.
Dispondrán de todos los medios que quieran, pero deberéis de organizarlo todo vosotras
bajo la supervisión mensual de un consejero del Sindicato. Espero que no me
decepcionéis. ¿Dónde está Xena en estos momentos?.
-- Lo averiguaremos, mi señor Magnus.